Sirviendo al Maestro
En cada generación, Dios está llamando y levantando hombres para servir a su iglesia. Muchos han hecho del «llamado al ministerio» un impulso confuso e incontrolable que, con demasiada frecuencia, parece disminuir y oscilar con el paso de los años. Nada es más triste que ver caer a los que en un tiempo fueron fervientes. Esto no ha despertado pesimismo en nosotros , sino determinación. Creemos en el llamado, tanto así que queremos ayudar y guiar a los hombres a discernirlo. Queremos que sea más práctico y menos misterioso. Deseamos ver más participación de la iglesia local en este proceso, no menos. Queremos que se tomen medidas más lentas e intencionales, e impulsos menos radicales. Debido a que este es un llamado de gran peso, y debido a que tú estás considerando un llamado que te haría responsable por las almas, nuestro deseo es ayudarte a pensar bien acerca de ello. El ministerio no es un llamado para aquellos que no saben qué más hacer, sino para aquellos que no pueden hacer nada más con su vida. Si ese eres tú, entonces nuestra oración es que esta guía te sea útil.
¿Necesito ir al seminario para ser pastor?
Todo pastor formado en un seminario que haga hincapié en su utilidad para los que aspiran al ministerio, en algún momento recibirá preguntas como éstas: ¿necesito ir al seminario para ser pastor? ¿No puedo solo quedarme en casa y leer libros? Después de todo, ¿no es eso lo que hizo Spurgeon?
No son malas preguntas. Incluso entiendo el escepticismo hacia una titulación cara y a menudo una carrera residencial. En pocas palabras, uno no tiene que ir al seminario para ser un pastor fiel. Al fin y al cabo, la formación a nivel de seminario—tal y como la conocemos hoy–no figura explícitamente en la Biblia.
Durante siglos, han habido pastores fieles que no han tenido un entrenamiento formal. Para muchos a lo largo de la historia de la Iglesia, dicha formación simplemente no era una opción. Es más, cuando aparezca el Príncipe de los pastores, los pastores que tengan letras detrás de sus nombres recibirán una corona igualmente gloriosa que los que no las tengan (1 P. 5:4). Lo que se exige de los mayordomos—con o sin entrenamiento formal—es que sean dignos de confianza (1 Co. 4:2).
Dicho esto, sin embargo, si un hombre quiere ser fiel a la pesada vocación de pastor y a todo lo que este sagrado oficio conlleva, entonces sí, ¡necesita ser entrenado por alguien, en algún lugar! Porque, aunque el seminario no está explícitamente en la Biblia, la capacitación pastoral y teológica sí lo está (2 Ti. 2:2). En nuestro contexto, el seminario es a menudo el lugar donde se imparte esa formación tan necesaria. En una época como la nuestra, de caos cultural y complicadas cuestiones eclesiológicas, tal vez haya llegado el momento en que el autoaprendizaje ya no sea suficiente.
Reflexiones para los que están considerando el llamado al ministerio
El primer requisito de Pablo para cualquier hombre que considere el ministerio pastoral es que tenga un anhelo ansioso y pasión por el trabajo. Hay una sana y celosa ambición que debe existir en el alma de todo hombre que contemple el ministerio pastoral. Los futuros pastores deben querer ser pastores. Deberían ser impulsados. Deberían ser apasionados. Pero esta pasión y ambición, aunque real e innegable, es sólo la entrada al proceso, por así decirlo. No se debe equiparar con un llamado genuino al ministerio.
Lo que quiero decir es esto: mientras que el deseo interno del corazón a la que se hace referencia en 1 Timoteo 3:1 es un requisito esencial para el ministerio; esa pasión solo significa algo si las otras calificaciones en los vv.2–7 están siendo formadas cada vez más en su vida con el tiempo y si un equipo de ancianos calificados puede afirmar su carácter, doctrina y dones.
Tu corazón puede gritar «¡sí!» al ministerio, pero tu vida, madurez y doctrina probablemente necesitará años para ponerse al día con este celo. La mayoría de las veces, el llamado tiene que ver menos con luces brillantes y sentimientos de emoción que con años de discipulado, entrenamiento y aprobación por parte de la iglesia local. Estos años hablarán más de tu llamado, de lo que lo haría una sensación de cosquilleo.
El llamado al ministerio requiere una inversión no sólo de los ancianos, sino del cuerpo local en su conjunto. Aprender a apoyarse en la iglesia local en el largo proceso de aspirar al ministerio es una manera honesta de asegurar que es Dios quien está preparando este camino, no tus propios deseos caprichosos. Además, entregarse a la iglesia local debe ser la cosa que tú estás más ansioso por hacer si es que eres llamado al ministerio.
La mayordomía y el llamado al ministerio
Lo primero que debes hacer con tu llamado es protegerlo. Debido a que una vida descalificada es un llamado descartado, la importancia de la tarea requiere cierta sobriedad de vida. El llamado a predicar el Evangelio es uno de los privilegios más preciosos que Dios ha concedido a los hombres. La fidelidad a tu vocación debe ser lo que eres hoy.
Todos entendemos que es prudente guardar bajo llave sus objetos de valor. Ponemos vallas alrededor de nuestra propiedad y cerrojos en nuestras posesiones preciosas para protegerlas. El llamado al ministerio es una posesión preciosa que vale la pena vigilar. Es por esta razón que
que Pablo instruye a Timoteo en 1 Timoteo 4:16, «Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza».
No te preocupes por cómo usar tu llamado hasta que te hayas asegurado de que estás protegiendo adecuadamente ese llamado viviendo una vida que está por encima de todo reproche.
Entonces, descansa en la convicción de tu llamado. Si estás convencido de que Dios te ha llamado a su servicio, entonces debes ser fiel a la tarea que Él ha puesto ante ti. Imagínate qué horror si Isaías, escuchando el llamado de Dios a proclamar la verdad, hubiera huido el desierto de Judea la primera vez que se encontró con dificultades. Imagina la tragedia que habría sido si Timoteo se hubiera convertido en «un Demás», y en vez de ejercer «el don espiritual que lleva dentro» (1 Ti. 4:14), eligiera «amar este mundo presente» (2 Ti. 4:10). Si Dios te ha asignado a la obra, ¿quién eres tú para apartarte cuando Él trae pruebas a tu vida para la perfección de tu fe?
Una tercera acción que puedes tomar mientras esperas es ejercer tu llamado justo donde estás. No necesitas un puesto de prestigio ni un título de lujo para ser fiel al regalo que se te ha dado. Sé fiel con lo que Dios ha puesto ante ti hoy. Cuando Dios providencialmente pone una tarea frente a ti, sé fiel a ella como a Él, no importa cuán servil pueda parecer ese deber. Para llegar a ser un hombre de Dios, primero debes ser un hombre de Dios. El seminario no es una experiencia salvífica en la que uno se transforma y se convierte en algo que antes no era. O eres pastor o no lo eres. El entrenamiento adicional no te convertirá de repente en un siervo fiel. La fidelidad a tu llamado debe ser lo que eres hoy.
Finalmente, también debes ser fiel para prepararte para tu llamado. Mientras activamente haces planes para una vida de fidelidad, el trabajo intenso de preparación causará que tu deseo disminuya (demostrando que no estás llamado) o que sea más intenso (demostrando que debes obedecer la dirección del Señor en tu vida). Si el Señor te está apartando para la obra de predicar su Evangelio, entonces debes estar preparado para emprender efectivamente esa obra. Esto requiere que el hombre de Dios sea educado en teología, ministerio pastoral y adquiera las habilidades exegéticas necesarias para manejar fielmente la Palabra de Dios. Para la gran mayoría de los hombres, esto significa la búsqueda de una formación formal a través de la educación en el seminario. Este es simplemente el camino más claro y expedito para la adquisición de las habilidades y materiales necesarios.
El primer seminario
Una justificación bíblica para la educación en el seminario puede encontrarse en un número de pasajes. Desde Mateo 28:19 (y su énfasis en enseñar a los discípulos) a 2 Timoteo 2:2 (y su énfasis en el entrenamiento de liderazgo) a Tito 1:9 (y su énfasis en que los ancianos estén equipados para articular y defender la fe).
Pero hay un breve pasaje en Hechos que proporciona un precedente bíblico para la educación en el seminario de una manera particularmente perspicaz. Estos versículos, que a primera vista pueden no parecer demasiado significativos, muestran al apóstol Pablo iniciando una escuela de formación teológica en la ciudad de Éfeso. Como explica un comentarista: «En Efeso, Pablo abrió una escuela de teología para entrenar a futuros líderes para la iglesia en desarrollo en la provincia de Asia» (Simon J. Kistemaker, Hechos, NTC, 684).
Es poco probable que Pablo lo llamara Seminario Teológico de Efeso, pero en esencia, eso es exactamente lo que era.
Cómo elegir un seminario
Cuando el reformador escocés John Knox supo que iba a ser ordenado al ministerio, se fue a su habitación y lloró, porque fue inmediatamente consciente de la gran responsabilidad que se le confiaba.
El ministerio pastoral es una vocación seria. Es a la vez un gran privilegio y una gran responsabilidad. Los que aspiran a él deben desear la mejor capacitación que puedan recibir, porque anhelan ser obreros aprobados, como dice Pablo en 2 Timoteo 2:15, obreros que no se avergüenzan porque saben cómo trazar correctamente la Palabra de verdad.
Cuando un estudiante viene al seminario, entonces, viene a ser entrenado para la tarea más pesada que alguien pueda emprender. Entonces, cómo elegir un seminario debería depender en primer lugar de qué seminario puede equiparle mejor para la tarea que Dios le ha encomendado.
Teniendo esto en cuenta, creo que hay tres preguntas que deben plantearse a la hora de elegir un seminario. (1) ¿Qué significa tener éxito en el ministerio? (2) ¿En qué áreas están llamados los pastores a ser fieles? Y (3) ¿qué seminario puedo elegir donde seré discipulado en el área del carácter y entrenado para entender y enseñar la sana doctrina?
Cómo fracasar en el seminario en 10 sencillos pasos
Estimado estudiante de primer año,
El objetivo del seminario es hacer mejores siervos. No se trata simplemente de educarte en tus conocimientos bíblicos o de aumentar tu capacidad para comunicar la Palabra de Dios, sino, en última instancia, de aumentar tu amor por Cristo y por su pueblo.
No quiero que fracases. Así que compilé una lista de maneras en que otros, antes de ti, han fracasado. Las siguientes son diez maneras de fracasar como seminarista. Espero que evites estas tentaciones.
1. Perseguir un título en lugar de formación.
Si tu objetivo son las letras detrás de tu nombre, harás lo justo para aprobar. Se preguntará: ¿qué tan poco debo hacer para aprobar? Haz que tu meta sea ser un mejor estudiante, un predicador más hábil y una mayor bendición para la iglesia, no simplemente graduarte. No tomes atajos. Cavar es duro, pero puede que encuentres diamantes.
2. Sustituye la lectura de clase por tu vida devocional.
Tu vida es ahora un equilibrio entre trabajo, preparación de sermones, tareas y tiempo devocional. A menudo tendrás la tentación de descuidar este último. Hay una diferencia entre abrir la Palabra para terminar una tarea y abrir la Palabra como sustento. Al final de cada semana, ninguna cantidad de tiempo que dediques a escribir un trabajo o a leer reemplazará el tiempo que dediques o no en comunión con Jesús. Recuerda lo que escribió John Owen: «Leemos nuestra Biblia para conocer y saborear a Cristo».
¿Por qué aprender los idiomas bíblicos?
Para futuros seminaristas: , quisiera brindarles cuatro razones por las que deberías dedicar tus esfuerzos a aprender y amar las lenguas bíblicas.
Pureza
Un conocimiento profundo de las lenguas bíblicas ayuda a preservar la pureza doctrinal—para el pastor y para la iglesia. De hecho, ¡el propio Lutero atribuyó toda la Reforma al redescubrimiento de las lenguas bíblicas!
Él escribe:
Si abandonamos [los idiomas] eventualmente perderemos el Evangelio. En cuanto los hombres dejaron de cultivar las lenguas, la cristiandad decayó, hasta caer bajo el dominio indiscutible del Papa. Pero tan pronto como esta antorcha se encendió de nuevo, el búho papal huyó con un chillido hacia la oscuridad.
Lutero continúa:
Si los idiomas no me hubieran convencido del verdadero significado de la Palabra, podría haber seguido siendo un monje encadenado, dedicado a predicar tranquilamente los errores romanos en la oscuridad de un claustro; el Papa, los sofistas y su imperio anticristiano habrían permanecido inamovibles.
Esto es asombroso—Lutero atribuye el gran avance de la Reforma al uso de los originales hebreo, arameo y griego. Aprender estos lenguajes no se trata de una búsqueda cómoda en una torre de marfil para aquellos que tienen demasiado tiempo o muy pocas amistades; se trata de la pureza del Evangelio.
Precisión
Las traducciones en español que tenemos son confiables y fabulosas. Podemos leer las ediciones en español y decir con confianza, esta es la Palabra de Dios. Pero si el aspecto central del deber de un pastor es sacar el significado de un libro y aplicarlo cuidadosamente a su propia vida y a la de su congregación, entonces debería querer todas las herramientas a su disposición para comprender y manejar el texto adecuadamente (cp. 2 Ti. 2:15).
La dependencia total de las traducciones al español puede obstaculizar a menudo la exégesis cuidadosa que requiere la preparación de un sermón. Sin un conocimiento profundo de los idiomas, el predicador a menudo tiene que contentarse con el sabor general del texto, y el resultado puede ser que su exposición carezca de la precisión y claridad que habría tenido si hubiera conocido las lenguas originales.
Cuando se trata de las lenguas, no se trata de un sentido de superioridad sobre quienes no las conocen, sino de especificidad. No se trata de una cuestión de orgullo, sino de precisión.
John Piper escribe: «Donde no se valoran y procuran las lenguas, disminuye el cuidado en la observación, el pensamiento bíblico y la preocupación por la verdad. Tiene que ser así, porque no se dispone de las herramientas necesarias para pensar de otro modo.»
Poder
Con esto me refiero al poder de la predicación. Cuando los pastores carecen de las herramientas y la confianza para determinar el significado preciso del texto, el poder en la predicación bíblica disminuye. Es difícil predicar con profundidad y poder, semana tras semana, versículo tras versículo, si uno está plagado de incertidumbre a la hora de decidir entre dos interpretaciones opuestas presentadas por los comentaristas.
Una vez más, Lutero alza la voz: «Cuando el predicador es versado en las lenguas, su discurso tiene frescura y fuerza, se trata toda la Escritura, y la fe se encuentra constantemente renovada por una continua variedad de palabras».
Nuestro objetivo al predicar no es impresionar a nuestro pueblo, sino enardecerlo; ¡nuestro propósito no es ganar adeptos, sino ganar almas!
Y los idiomas son precisamente un medio para predicar con un poder, claridad y autoridad que no serían nuestros sin ellos.
Placer
Finalmente, por placer me refiero al deleite devocional del alma. En otras palabras, ¿por qué aprender las lenguas sólo lo suficientemente bien como para que su uso resulte doloroso? ¿Por qué no esforzarse por aprenderlas tan bien que lleguen a ser placenteras para el alma? ¿Por qué no conocerlas tan íntimamente como para tener nuestro tiempo devocional en la Palabra? ¿No debería ser nuestra exposición del domingo por la mañana un desbordamiento de nuestro propio afecto alegre por Dios?
Lo que sostengo es lo siguiente: el conocimiento de las lenguas nos brinda la oportunidad de contemplar impresionantes vistas de Dios en el texto que, de otro modo, pasaríamos por alto a menudo.
George Muller, famoso por su vida de oración y su ministerio en orfanatos de Londres, dijo esto cuando tenía 24 años:
«Estudiaba mucho, unas 12 horas al día, principalmente hebreo… [y] memorizaba partes del Antiguo Testamento hebreo; y esto lo hacía con oración, cayendo a menudo de rodillas… Miraba al Señor incluso mientras pasaba las hojas de mi diccionario hebreo…»[2]
¡Oh, que llegue el día en que más hombres tengan este tipo de encuentros con el Dios vivo: de rodillas, con el texto hebreo en la mano, mirando al Señor, saboreando la miel sin filtro de la Palabra (cf. Sal. 19:10)! Oh, ver a hombres que anhelan saber lo que significa la Palabra tan desesperadamente que buscan en léxicos hebreos de rodillas; estos hombres necesitados tendrán una postura y un tono marcadamente dependientes en su ministerio y predicación.
Nuestra predicación debe ser dura como el hierro, precisa como un láser, profunda como un poeta y cálida como el sol, y las lenguas hebrea, aramea y griega son una de las muchas maneras de hacerlo realidad. Más que nada, aprender las lenguas es una forma tangible de expresar nuestra necesidad de oír de la boca misma de Dios: es inclinarse un poco más para escuchar las palabras de un ser querido.
Lo que me hubiese gustado saber antes de comenzar el seminario
Como recién graduado del seminario, he estado reflexionando en algunas decisiones que hice durante mis estudios. Espero que algunos nuevos estudiantes o prospectos puedan aprender de lo que me hubiese gustado saber antes de comenzar el seminario.
1. Me hubiese gustado haber tomado mi tiempo.
2. Me hubiese gustado haber invertido más en las relaciones.
3. Me hubiese gustado haber conocido mejor a mis profesores.
4. Me hubiese gustado haber sido más estratégico con mis electivas.
5. Me hubiese gustado haber comenzado antes.
Pastores como hombres responsables de almas
En el capítulo 13 de Hebreos, el escritor exhorta a los miembros de la iglesia a obedecer a sus líderes, sometiéndose voluntariamente a ellos:
Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso (He. 13:17).
En otras palabras, cada miembro de la iglesia debe tener cuidado de someterse a los líderes de la iglesia porque esos pastores y ancianos serán considerados responsables ante el Señor Jesucristo por la manera en que guardaron la vigilancia sobre las almas bajo su cuidado. Es una tarea difícil en verdad.
Aunque este pasaje está dirigido a los miembros de la iglesia, sería difícil para cualquier pastor sobrio leer esas palabras sin un trago de agua helada corriendo por sus venas. Esta es una responsabilidad aterradora.
Solo la comprensión humilde del peso de la tarea nos impulsará a la dependencia necesaria para cumplirla. Porque el que llama también proveerá, «el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida» (2 Co. 3:6). Cuando leas Hebreos 13:17 y se te hiele la sangre, deja que te devuelva al calor del Hijo. Aférrate a Aquel que suple y equipa a sus pastores para la noble tarea a la que les ha llamado.
Y la misma humildad que nos impulsa a depender de la suficiencia que Dios nos proporciona para el ministerio debería impulsarnos también a buscar cualquier equipamiento que esté a nuestro alcance. El seminario no es un requisito para el ministerio, pero si eres capaz, y conociendo la seriedad del llamado al ministerio evangélico, ¿por qué no aprovecharías toda oportunidad de preparación?
John MacArthur sobre el discernimiento del llamado al ministerio
Al Dr. MacArthur se le hace a menudo la pregunta, ¿Cómo puedo discernir si soy llamado al ministerio? Él responde sucintamente en una entrevista con Ministerios Ligonier:
Pablo dice que, si un hombre desea ese cargo, desea una obra noble. Comienza con un deseo del corazón y es confirmado por el liderazgo de la iglesia. Ellos confirman que usted tiene las calificaciones de carácter, la habilidad de enseñar, y que hay fecundidad cuando usted hace eso.
Si piensas que esto es algo que quieres hacer, ve a una iglesia donde puedas ser guiado por el liderazgo y los pastores de esa iglesia. A medida que creces y desarrollas las habilidades y ellos afirman esas habilidades, entonces lo sabrás. Al final del día yo diría esto: Si puedes hacer otra cosa, hazlo. Porque si puedes hacer otra cosa, habrá muchos días en los que desearás poder hacerlo. Esto es algo para la gente que no puede hacer otra cosa.